19.11.14

Replay. Capítulo 4.

Intenté irme hacia las escaleras de nuevo, pero no pude. Estaba petrificada mirando al interior de la pequeña habitación, donde una luz aún más llamativa que el mismo fuego brillaba. Estaba erguida, y medía alrededor de un metro setenta, y tenía una figura humana.
—¿Qué es eso? — le pregunté al muchacho, señalando la silueta.
—Debe de ser la chica— me respondió—. No había mostrado sus poderes antes, ahora ya sabemos que es alguien de quién debemos cuidarnos un poco.
Se suponía que debían sonar como una broma, pero no sonó para nada como una. Me pegué más al cuerpo de él, mientras comenzaba a entrar al cuarto.
¿Por qué le seguí? No lo sé.
El calor de las llamas de rodeó, pero apenas sentí un cosquilleo. ¿El dolor? ¿Las quemaduras? Nunca llegaron. Él se comenzó a quemar, así que salió, pero yo seguí caminando hasta encontrarme con el cuerpo humano.
Toque lo que se suponía era el hombro, y sentí que me miraba. Tenía una silueta de mujer, de eso estaba completamente segura. No veía sus ojos, solo las llamas a su alrededor, y sentí como una energía desconocida me atrapaba y me llevaba hasta la chica debajo de todas las llamas.
Se llamaba Allison Hallen. Tenía dieciséis años. Era la mejor alumna de su curso, pero odiaba los deportes. Aún así, era bonita. Tenía un hermano menor, y sus padres estaban divorciados. Su cabello era rubio, y sus ojos marrones. Su mejor amigo era brasilero. Amaba los programas de manualidades, y le gustaba hacer vasijas con arcilla. De pequeña jugaba con una linterna y sus manos, y hacía dinosaurios contra la pared de su habitación. No tenía novio, pero un chico ligaba con ella desde hacía meses.
Y fue demasiado.
Solté el hombro de la chica —Allison— y di un par de pasos hacia atrás, mientras que la silueta de su cuerpo se hacía cada vez más y más visible.
Hasta que las llamas desaparecieron del cuarto y de su cuerpo.
Su cuerpo, desnudo y sucio, se desplomó en el suelo. Su cabello estaba sucio y parecía un nido de algo por el desorden. Y entonces, llegaron a mis oídos sus sollozos. Me acerqué a ella, muy lentamente para evitar asustarla, y me arrodillé a su lado.
Apoyé mi mano en su hombro y dejé que se tirara encima mío para llorar, porque esta misma reacción yo la había pasado un par de horas antes.
El chico que dejé en la puerta trajo una manta y la puso sobre el cuerpo de Allison, y luego se fue de la habitación, aunque lo más probable es que no se fuera tan lejos.
Pero no me importaba en aquel momento. Me dediqué a consolar a Allison. Todo en ella gritaba que todavía era una niña. La forma en la que lloraba, como si necesitara a su madre, y como murmuraba cosas durante su llanto.
En algún momento, mucho tiempo después de que ella comenzara a llorar, entró Jill en la habitación, con una muda de ropa en la mano.
Se arrodilló a mí lado, y me dio un asentimiento con la cabeza diciéndome que podía irme.
Allison no se dio cuenta de mi partida. Siguió llorando, esta vez con Jill, y yo me fui. Pero no a mi pequeño cuarto.
Subí las escaleras caracol hacia arriba. Estaba cansada, tanto que arrastraba mis pies sobre la piedra maciza que formaba el piso y las paredes.
Caminé hasta llegar a un arco que se dividía en dos pasillos. En la pared frente a mí, había un cartel con las indicaciones. A la derecha, las habitaciones, a la izquierda, lo que parecía llamarse cocina-sala común. Elegí ir hacia la izquierda.

Caminé durante un par de metros hasta poder ver a lo lejos una luz blanca. Caminé hasta ella, y me encontré con una gran sala de estar. Esta estaba vacía, además de los sillones y la mesa ratona. No había nada tecnológico, además de un reloj contra la pared.
Dos y media de la madrugada.
Me quedé mirando los segundos pasar, hasta que sentí que mis piernas se cansaban, y caminé hasta uno de los sillones para sentarme. Estaban raídos, pero seguían siendo cómodos.
En la parte superior de ambos, había mantas destruidas pero que me alcanzaban. Me las tiré encima, y miré a la pared hasta que sentí que el sueño me atrapaba.
Pero no quería dormir. No cuando sabía que mi mundo había cambiado para siempre, para no volver a ser lo que yo en algún momento conocí y llegué a amar.
Me hice un ovillo, hasta que sentí que las luces de la sala se entornaban. Levanté la cabeza, asustada, y me encontré con dos cuerpos: uno, era el de Jill, abrazando el pequeño cuerpo encorvado de Allison.
Las dos se acercaron, y se sentaron en el sillón frente a mí. Allison tenía costras llenas de sangre seca en las manos, y sus brazos tenían muchos moratones. Me pareció raro no haber visto todo eso antes, pero probablemente se debió a que estábamos a oscuras.
Pero ahora... ¿Cómo sabía todas las cosas que sabía de ella?
Allison estaba callada, mirando hacia abajo, mientras Jill le acariciaba la cabeza de adelante para atrás. Yo las observé, admirando la paz que ahora se encontraba alrededor de las dos.
No sabía cuánto tiempo había pasado hasta que la chica se quedó dormida. La seguí observando, aún cuando Jill se levantó, dejando caer la cabeza de Allison en el almohadón, y se acercó a mí.
—Gracias por ayudarla— susurró—. Está tan asustada...
—Así estaba yo— dije—. Solo que no reaccioné como ella. Es una niña.
Jill asintió con la cabeza, y miró hacia Allison.
—Mi hijo mayor, Trent, vino a avisarnos— me sonrió—. Fuiste valiente, cariño. Él no se animó a entrar en el fuego.
Trent. Tenía razón, el muchacho era su hijo.
—Supongo— murmuré. Apoyé mi cabeza en el sillón de nuevo.
—¿Dormirás aquí? — me preguntó. Asentí con la cabeza—. Para nada. Sígueme, te he estado preparando una cama.
Cuando me levanté, descubrí que en ese lugar las cosas no se dividían por habitaciones. Todos teníamos una cama, con cajones para guardar nuestras pocas pertenencias.
A mí me tocó una en el sector de mujeres menores a veinticinco, donde también había niñas huérfanas.

Me dieron lástima. De verdad.

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