Intenté
irme hacia las escaleras de nuevo, pero no pude. Estaba petrificada mirando al
interior de la pequeña habitación, donde una luz aún más llamativa que el mismo
fuego brillaba. Estaba erguida, y medía alrededor de un metro setenta, y tenía
una figura humana.
—¿Qué es
eso? — le pregunté al muchacho, señalando la silueta.
—Debe de
ser la chica— me respondió—. No había mostrado sus poderes antes, ahora ya
sabemos que es alguien de quién debemos cuidarnos un poco.
Se suponía
que debían sonar como una broma, pero no sonó para nada como una. Me pegué más
al cuerpo de él, mientras comenzaba a entrar al cuarto.
¿Por qué le
seguí? No lo sé.
El calor de
las llamas de rodeó, pero apenas sentí un cosquilleo. ¿El dolor? ¿Las
quemaduras? Nunca llegaron. Él se comenzó a quemar, así que salió, pero yo
seguí caminando hasta encontrarme con el cuerpo humano.
Toque lo
que se suponía era el hombro, y sentí que me miraba. Tenía una silueta de
mujer, de eso estaba completamente segura. No veía sus ojos, solo las llamas a
su alrededor, y sentí como una energía desconocida me atrapaba y me llevaba
hasta la chica debajo de todas las llamas.
Se llamaba
Allison Hallen. Tenía dieciséis años. Era la mejor alumna de su curso, pero
odiaba los deportes. Aún así, era bonita. Tenía un hermano menor, y sus padres
estaban divorciados. Su cabello era rubio, y sus ojos marrones. Su mejor amigo
era brasilero. Amaba los programas de manualidades, y le gustaba hacer vasijas
con arcilla. De pequeña jugaba con una linterna y sus manos, y hacía
dinosaurios contra la pared de su habitación. No tenía novio, pero un chico
ligaba con ella desde hacía meses.
Y fue
demasiado.
Solté el
hombro de la chica —Allison— y di un par de pasos hacia atrás, mientras que la
silueta de su cuerpo se hacía cada vez más y más visible.
Hasta que
las llamas desaparecieron del cuarto y de su cuerpo.
Su cuerpo,
desnudo y sucio, se desplomó en el suelo. Su cabello estaba sucio y parecía un
nido de algo por el desorden. Y entonces, llegaron a mis oídos sus sollozos. Me
acerqué a ella, muy lentamente para evitar asustarla, y me arrodillé a su lado.
Apoyé mi
mano en su hombro y dejé que se tirara encima mío para llorar, porque esta
misma reacción yo la había pasado un par de horas antes.
El chico
que dejé en la puerta trajo una manta y la puso sobre el cuerpo de Allison, y
luego se fue de la habitación, aunque lo más probable es que no se fuera tan
lejos.
Pero no me
importaba en aquel momento. Me dediqué a consolar a Allison. Todo en ella
gritaba que todavía era una niña. La forma en la que lloraba, como si
necesitara a su madre, y como murmuraba cosas durante su llanto.
En algún
momento, mucho tiempo después de que ella comenzara a llorar, entró Jill en la
habitación, con una muda de ropa en la mano.
Se
arrodilló a mí lado, y me dio un asentimiento con la cabeza diciéndome que
podía irme.
Allison no
se dio cuenta de mi partida. Siguió llorando, esta vez con Jill, y yo me fui.
Pero no a mi pequeño cuarto.
Subí las
escaleras caracol hacia arriba. Estaba cansada, tanto que arrastraba mis pies
sobre la piedra maciza que formaba el piso y las paredes.
Caminé
hasta llegar a un arco que se dividía en dos pasillos. En la pared frente a mí,
había un cartel con las indicaciones. A la derecha, las habitaciones, a la
izquierda, lo que parecía llamarse cocina-sala común. Elegí ir hacia la
izquierda.
Caminé
durante un par de metros hasta poder ver a lo lejos una luz blanca. Caminé
hasta ella, y me encontré con una gran sala de estar. Esta estaba vacía, además
de los sillones y la mesa ratona. No había nada tecnológico, además de un reloj
contra la pared.
Dos y media
de la madrugada.
Me quedé
mirando los segundos pasar, hasta que sentí que mis piernas se cansaban, y
caminé hasta uno de los sillones para sentarme. Estaban raídos, pero seguían
siendo cómodos.
En la parte
superior de ambos, había mantas destruidas pero que me alcanzaban. Me las tiré
encima, y miré a la pared hasta que sentí que el sueño me atrapaba.
Pero no
quería dormir. No cuando sabía que mi mundo había cambiado para siempre, para
no volver a ser lo que yo en algún momento conocí y llegué a amar.
Me hice un
ovillo, hasta que sentí que las luces de la sala se entornaban. Levanté la
cabeza, asustada, y me encontré con dos cuerpos: uno, era el de Jill, abrazando
el pequeño cuerpo encorvado de Allison.
Las dos se
acercaron, y se sentaron en el sillón frente a mí. Allison tenía costras llenas
de sangre seca en las manos, y sus brazos tenían muchos moratones. Me pareció
raro no haber visto todo eso antes, pero probablemente se debió a que estábamos
a oscuras.
Pero
ahora... ¿Cómo sabía todas las cosas que sabía de ella?
Allison
estaba callada, mirando hacia abajo, mientras Jill le acariciaba la cabeza de
adelante para atrás. Yo las observé, admirando la paz que ahora se encontraba
alrededor de las dos.
No sabía
cuánto tiempo había pasado hasta que la chica se quedó dormida. La seguí
observando, aún cuando Jill se levantó, dejando caer la cabeza de Allison en el
almohadón, y se acercó a mí.
—Gracias
por ayudarla— susurró—. Está tan asustada...
—Así estaba
yo— dije—. Solo que no reaccioné como ella. Es una niña.
Jill
asintió con la cabeza, y miró hacia Allison.
—Mi hijo
mayor, Trent, vino a avisarnos— me sonrió—. Fuiste valiente, cariño. Él no se
animó a entrar en el fuego.
Trent. Tenía
razón, el muchacho era su hijo.
—Supongo—
murmuré. Apoyé mi cabeza en el sillón de nuevo.
—¿Dormirás
aquí? — me preguntó. Asentí con la cabeza—. Para nada. Sígueme, te he estado
preparando una cama.
Cuando me
levanté, descubrí que en ese lugar las cosas no se dividían por habitaciones.
Todos teníamos una cama, con cajones para guardar nuestras pocas pertenencias.
A mí me
tocó una en el sector de mujeres menores a veinticinco, donde también había
niñas huérfanas.
Me dieron
lástima. De verdad.
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